¿Es nueva esta afirmación? ¿Rompedora? ¿De talante negativista?¿Debería preocuparnos o podemos entrever más allá de la evidencia una oportunidad? ¿Por qué ha muerto? ¿Qué vendrá después entonces?

Estas y otras cuestiones son las que nos pueden venir a la mente al leer el título de este post. Sin duda es impactante ya que los últimos años la definición más extendida y difundida en todos los medios turísticos era precisamente la que vinculaba los viajes o visitas a Destinos con experiencias. Y si es así, ¿qué es lo que ya no funciona y por qué? Cuando una definición se usa para todo sin distinción se desvirtúa, igual que un sello de diferenciación deja de tener valor cuando todos lo poseen. Ese es el problema del mal denominado Turismo de experiencias; vulgarmente diríamos que ha muerto por su propio éxito. Estas reflexiones están refrendadas por profesionales como David Mora (Consultor y profesor de Turismo) o Jaime Leon Andrés, exdirectivo en Tui Spain y en la actualidad agente de viajes especializado en la creación de paquetes turísticos.

Y si es así, ¿ahora qué? pues por obra y gracia de la evolución natural estamos ante un nuevo nivel que es el TURISMO DE EMOCIONES. El propio David Mora lo define como EMOTURISMO y no está falto de razón. Si estudiamos las definiciones de los términos que estamos utilizando, la etimología tiene mucho que aportar:

Experiencia, del latín experientĭa, es el hecho de haber presenciado, sentido o conocido algo. La experiencia es la forma de conocimiento que se produce a partir de estas vivencias u observaciones. En concreto, ese vocablo latino se compone de tres partes diferenciadas: el prefijo ex, que es sinónimo de “separación”; la raíz verbal peri-, que puede traducirse como “intentar”, y el sufijo –entia, que equivale a “cualidad de agente”.

Del latín emotio, la emoción es la variación profunda pero efímera del ánimo, la cual puede ser agradable o penosa y presentarse junto a cierta conmoción somática. Por otra parte, tal como señala la Real Academia Española (RAE) en su diccionario, constituye un interés repleto de expectativa con que se participa en algo que está sucediendo.

Si analizamos estas dos definiciones bajo el prisma de la inteligencia emocional veríamos que la emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente  influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea.

Por lo tanto,  lo realmente diferenciador sería que nuestra empresa fuera el arco capaz de llegar directamente a la diana del cliente, a provocarle emociones que derivaran después en sentimientos positivos y tras el regreso de estos clientes a su vida diaria hicieran uso de la memoria invocativa, que no es otra cosa que un depósito de emociones, y que ésta les trajera imágenes positivas de nuestra visita al destino o experiencia vivida con nuestra empresa. 

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