La actual coyuntura derivada de la crisis sanitaria vinculada al coronavirus abre un escenario a corto y medio plazo del sector turístico totalmente impredecible. En apariencia, el cataclismo que se está viviendo en todo el mundo promete remover los cimientos de muchos destinos. Unos sufrirán más que otros, en tanto que su dependencia de los mercados internacionales o de la conectividad exterior sea mayor. También en la medida en que la industria turística impregne todos los órdenes de la vida económica, social, cultural y espacial de un territorio y sus habitantes, como sucede en estas islas.

En Canarias, frente a las dinámicas de crecimiento exponencial de los últimos años, el presente y futuro a corto y medio plazo se presenta muy incierto. La crisis económica y su incidencia mundial, como derivada de la crisis sanitaria, golpea al sector que mueve la economía en el archipiélago. Sindicatos, patronal y economistas coinciden en que será el más afectado por el cierre de fronteras y el último que se recuperará de la pandemia.

 

Según muchos analistas, las pérdidas pueden superar los 10.000 millones de euros en toda Canarias y los visitantes en el conjunto del archipiélago, según estimaciones del Gobierno de Canarias, apenas superarán los tres millones. Una cifra muy alejada de los 16 millones de 2019. Algo que se explica no sólo por la coyuntura sanitaria o económica, sino también por el orden vital de prioridades. Sin duda, estas semanas de confinamiento conllevarán una reflexión generalizada sobre la necesidad de centrarnos en lo importante, huir de lo accesorio y de la fragilidad de nuestras acomodadas vidas.

 

Frente a la velocidad y estrés pre-COVID 19, es probable que primen los destinos y experiencias más slow, en donde se viva más el momento. El turismo experiencial, transformador y más sensorial podría consolidarse. Cuestiones como el tipo de alojamiento o transporte ganarán mucho peso también. Seguramente se opte por alojamientos de alquiler completo, con jardín o áreas de juego de uso limitado. Del mismo modo, medios de transporte privados como el coche o las autocaravanas primarán frente a medios más masivos. Las escapadas cortas y cercanas, con o sin pernoctación, con vehículo propio, se impondrán a aquellos viajes que requieran de vuelos o barco, al menos a corto plazo.

 

Un contexto que no beneficia a destinos insulares como Canarias y apenas imaginable hace escasas semanas. Muchos menos a finales de 2018 o 2017, cuando las islas batían records históricos de llegadas de visitantes. Por ese entonces, Hosteltur publicaba un estudio que plasmaba la relación entre habitantes y turistas en 25 islas del planeta de los cinco continentes. El mismo concluía que Lanzarote y Fuerteventura eran las dos islas del mundo con mayor relación de turistas por cada 100 habitantes. Con esas cifras en la mano, si Lanzarote y Fuerteventura, con 250.000 habitantes, fuesen un país, estarían entre los 50 más visitados del mundo.

 

Es evidente que la presión ejercida por la industria turística en las islas, especialmente en las más orientales de Canarias, ha sido muy intensa. La cuestión es determinar hasta qué punto esta nueva situación, ante un previsible cambio de paradigma, va a permutar las reglas del juego. Conviene, por tanto, empezar a poner la mirada al medio y largo plazo, redoblando esfuerzos para superar los retos que va a enfrentar nuestro destino en términos de competitividad y rentabilidad. Con casi toda probabilidad, estamos ante una oportunidad de revertir determinados procesos negativos y mejorar el impacto socioeconómico del sector.

 

Ante una previsible bajada de las cifras de visitantes en los próximos años, el debate se centrará en la idoneidad de aumentar el gasto en destino y de establecer un techo de visitantes que permita asegurar los estándares y protocolos sanitarios que tocará aplicar en servicios e infraestructuras turísticas. De hecho, esta semana el Gobierno de Canarias ya anunciaba su intención de abrir líneas de financiación para empresas para convertir al destino en un laboratorio turístico mundial de seguridad. Fomentar, por tanto, un turismo de calidad, con menos turistas, pero que gasten más y mejor.

 

Ante este desafío destacará la necesidad de incidir, más que nunca, en la especialización hacia nichos de viajeros y en la diversificación de productos turísticos, más allá del sol y playa, así como de mercados emisores. En esta coyuntura, colectivos de empresas como Revivir Lanzarote, agrupados en torno a una serie de valores comunes y con una proyección de sostenibilidad ambiental, socioeconómica y cultural, sin duda, puede ser una baza a poner en valor. Más aun, formando parte de la Asociación de Ecoturismo en España cuya misión es poner en marcha actuaciones cooperativas e innovadoras para fomentar el turismo de naturaleza y el ecoturismo en espacios protegidos (Reservas de la Biosfera Española, Parques Nacionales, Parques Naturales, Geoparques y Red Natura 2000) de todo el país.

 

Si hay que trabajar en la diversificación de producto turístico en una isla como Lanzarote y en la diferenciación a partir de propuestas especializadas, no hace falta inventar nada. Aquí hay un espejo en el que fijarse, vinculado además a dos figuras de reconocimiento internacional como es una Reserva de la Biosfera y un Geoparque (Geoparque Lanzarote y Archipiélago Chinijo). En definitiva, un camino hacia un turismo de bajo impacto, a pequeña escala y con efecto dinamizador de la economía local.

 

Vídeo Revivir Lanzarote, destino turístico sostenible. Oficina de la Reserva de la Biosfera.

 

 

Vídeo Inolvidable #LoveLanzarote. Turismo Lanzarote.

 

 

 

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